Diarrea en Niños: Todo lo Que Usted Necesita Saber
Febrero 06, 2018
La diarrea, en un niño sin alguna patología crónica detectada, es el aumento del número de evacuaciones en 24 horas, la disminución de la consistencia de las deposiciones o la presencia de elementos anormales como fragmentos de los alimentos, presencia de moco o sangre, o todos estos, además de presentar síntomas generales como malestar, fiebre, náuseas, vómitos, dolor abdominal, distensión abdominal, pérdida del apetito, debilidad. Su gravedad depende de la intensidad de los síntomas, ya que se pierden cantidades de agua y sales del organismo o electrolitos, además de nutrientes. Es la segunda causa de muerte infantil en los países con economías emergentes. Si no se trata oportunamente y de manera adecuada, puede prolongarse y llevar a complicaciones en la nutrición y el crecimiento de los niños. Los cuadros agudos demoran entre 1 y 14 días, los prolongados entre 15 y 30 días, y los crónicos más de 30 días en adelante. Esto es de interés para el médico, para enfocar el diagnóstico y tratamiento.
La diarrea aguda tiene muchas causas, pero las más frecuentes son infecciosas y dependen de virus, bacterias y parásitos o sus toxinas. En estos casos se relacionan con el consumo de agua o alimentos que se han conservado y preparado sin las condiciones higiénicas adecuadas.
En el proceso hay que diferenciar no solo si es aguda, sino también el área de compromiso del intestino en la cual es frecuente la manifestación de gastroenteritis (gastritis e inflamación del duodeno e intestino delgado con vómito y diarrea acuosa), o con compromiso del intestino grueso con presencia de colitis con manifestaciones de diarreas muy frecuentes, escasas, con pujo y tenesmo y con la presencia de moco y/o sangre en las heces (disentería).
En las diarreas prolongadas puede haber mezcla de estos patrones y es necesario investigar intolerancia a alimentos como la lactosa, el consumo excesivo de agua, jugos, sobre crecimiento bacteriano intestinal con o sin uso de antibióticos, o alergia a diferentes proteínas tales como las de la leche, el huevo, la soya, el pescado y otras con menor importancia y dependiendo de cada caso individual.
Las diarreas crónicas son las más complicadas de diagnosticar y tratar, y se distinguen dos tipos: las funcionales y las orgánicas. En el lactante entre los 1 y 5 años, la diarrea crónica funcional no altera el peso ni el crecimiento, a pesar de que evacúa más de 3 veces por día por un lapso mayor a un mes, y mejora reduciendo la cantidad de azúcar y aumentando el consumo de grasas, contrario a la creencia popular. En el síndrome de intestino irritable, los síntomas se presentan por 2 o más meses con dolor abdominal y cambios en la consistencia de las heces, alternando episodios de diarrea con estreñimiento y agregando sensaciones de evacuación incompleta. Ambas se consideran funcionales porque existe alteración del peristaltismo intestinal.
En las diarreas crónicas orgánicas se produce una alteración en cualquiera de los mecanismos de la digestión y/o absorción de nutrientes. Estos producen alteración del crecimiento inicialmente en el peso y finalmente en la talla y perímetro cefálico.
En este caso se deben tener en cuenta los mecanismos fisiopatológicos y su localización sintomática.
Si la diarrea es líquida y abundante, se debe diferenciar si es osmótica o secretora. En el primer caso, las evacuaciones disminuyen o ceden al suspender la vía oral. Esto significa que la mucosa del duodeno y/o del yeyuno presenta áreas extensas de lesión que incapacitan la absorción de nutrientes, al no poder digerir atraen agua y hacen procesos de fermentación que cambian el pH del contenido intestinal en el caso de carbohidratos, o en caso de insuficiencia de sales biliares y/o enzimas pancreáticas alteran la absorción de grasas y proteínas que aparecen en las heces como esteatorrea (heces blandas, grasosas y extraordinariamente fétidas). Estos síndromes de malabsorción llevan a deshidratación, enflaquecimiento, desnutrición con anemia, distensión y dolor abdominal.
Existen numerosas publicaciones con los diagnósticos diferenciales que deberán ser identificadas por el especialista en gastroenterología mediante la toma de exámenes de laboratorio en sangre, orina y heces. En algunos casos se deberá hacer exámenes y cultivos especiales de líquidos duodenales, y determinación de toxinas de bacterias anaerobias en heces. Las endoscopias con toma de biopsias pueden brindar diagnósticos específicos para alteraciones microscópicas en casos de atrofia vellositaria, enfermedades inflamatorias intestinales, parásitos, tumores y en las diarreas neonatales intratables en cuyo caso puede necesitar de microscopia electrónica.
El tratamiento debe ir orientado a corregir la deshidratación y los desórdenes hidroelectrolíticos, a mejorar la condición nutricional, y al apoyo farmacológico que varía según cada caso. Puede incluir antiparasitarios, antibióticos, antieméticos, antisecretorios, probióticos y micronutrientes. No se debe olvidar la prevención mediante el manejo adecuado del agua, de los alimentos, de la disposición de excrementos y de vacunas en la lactancia. La leche materna todavía es un factor protector fundamental e irremplazable.
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